«Alguien me dijo una vez que solo retenemos el 5% de la información que nos llega, por eso cuando aprendemos a dejar ir, nos olvidamos de como se hacía eso de mantener y conservar» #piccoliattimi
«A veces, las malas decisiones nos llevan a los lugares correctos» – Peter Pan, 1953
Unas veces son las modas. Otras, las palabras; sobre todo aquellas que carecen de sinceridad. Ésas siempre regresan con mano firme, para cruzar un zasca en la diagonal del rostro de los que la tienen dura. La cara, digo -nota mental para las mentes perversas que leen entre líneas más de lo que una expresa-.
Para los del “mucho morro” y los de “la cara dura y más ancha que su espalda”, el varapalo directo suele causar el efecto deseado, optimizando el trabajo de los que tratan de educar en etapas demasiado avanzadas; las mismas que ahora llaman “vintage”.
Lo viejo regresa con fuerza en esta era en que lo queremos todo nuevo, con olor a paquete recién abierto -insisto a esas mentes perversas, ¡no leáis aquello que no está escrito! -, o eso es lo que venden algunas “brands” como valor añadido, con su paquete o embalaje innovador.
La innovación también vuelve, con un concepto algo distinto a lo que nos tenía acostumbrados. Los innovadores de antaño eran conocidos como inventores, creativos, genios, locos e incluso herejes. Sin quitar mérito a los actuales porque estando ya todo inventado, aún son capaces de cambiarlo todo. El uso, la forma y hasta el concepto; actúan como la energía, ni crean ni destruyen, pero ¡vaya si transforman!
Por volver vuelven hasta las oscuras golondrinas e incluso algún que otro ser que es mejor no nombrar. Todo vuelve y se revuelve en primavera, cuando al viento le da por soplar. Así es como nos alteramos, la sangre, el ánimo y todo lo que se pueda nombrar.
En la estación revolucionaria por excelencia vuelven los que se fueron, los que están lejos e incluso los que ni siquiera saben que están de vuelta.
Y entre tanta vuelta, a algunos les da por perderse, entre las cortinas de lluvia o entre las sábanas, ambos sitios son buenos para exudar o eximirse de los pecados. Aunque siempre habrá que caer en la tentación para redimirse de algo…
Lo que nos lleva al discurso de cualquier estación del año, el de “mejor arrepentirse de lo vivido que tener que entonar esos “y si” desde una distancia difícil de recuperar, porque el tiempo que se va ya nunca vuelve. El único que no es capaz de volver, pero extrañamente es el responsable de volver a ponerlo todo en su lugar. Y aunque el tiempo no vuelva, tiempos pasados nunca fueron mejores, mientras los que se queden sean los indispensables. Entonces habrá excusa para brindar con un buen caldo macerado en barrica.
Hasta la madera vuelve, aunque sea en forma de leña, para caldear un poco las noches frías de primavera. Porque también vuelve el sayo, y los días de lluvia que creíamos tan apropiados en otoño. Vuelven los vientos huracanados, y las tormentas que lo remueven todo. ¡Bienvenidas sean las tempestades! Que lo remuevan, que lo remuevan…porque a veces solo vale eso de ¡renovarse o morir!
Si todo lo que viene, va. Todo vuelve… ¿para quedarse? Eso, solo el tiempo, lo dirá.
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