Domenica 03.09.2017. Blondie or Brunette -bionda o bruna-.
Gli altri hanno lezione di surf, ma noi due siamo liberi. Dopo la serata da ieri, abbiamo voglia di scaparci in qualche spiaggia selvaggia, nascosta, paradisiaca.
- Ci vediamo alle 11?
- Ok, andiamo sulla spiaggia a Cotillo?
- Perfetto!
Prendiamo la macchina e ci allontaniamo da Corralejo per scoprire le coste di “El cotillo”. Troviamo quel pezzettino di sabbia ottimo. Ci sdraiamo con i teli da spiaggia sovrapposti e ci addormentiamo tra sorrisi e sguardi scaltri.
Managia! Ci svegliamo inzuppati nel sudore -non pensate così male-. Quando ci siamo addormentati c’erano i nuvoli e direi che si stava avvicinando una tempesta. Purtroppo, quando ho cercato di aprire gli occhi ho notato che le mie palpebre erano agganciate e che il colore delle nostre abronzature stava mutando dal marrone dorato al rosso gamberetto. Infatti, abbiamo un colore più forte dal davvanti e ci stiamo sbiancando dal dietro. Perfetto, torneremo a casa come se ci avessero spruzzato con lo spray -solo metà corpo-.
Mi bruccia la faccia e direi che non sono più bruna. I capelli che mi cadono sulla faccia sono scolorati. OMG! Sto diventando bionda!
Ci sommergiamo nell’aqua chiara dell’oceano. Nuotiamo. Scometiamo sopra quale dei due arriverà prima in riva. Ci solletichiamo e tentiamo di non ridere. È impossibile. Tra risate, sorrisi e cualque coccole, torniamo a casa e ci addormentiamo guardando un film sulla tv. Il sole ci ha lasciati KO.
*****
Ho fatto appuntamento con A&B, è l’ultima serata di lei a Fuerte. Non so ancora spiegarlo, ma ci sono delle persone che ti colpiscono in modo diverso e con Ale è come se ci conoscessimo da una vita. Parliamo dall’oggi, dall’ieri e sopratutto dal domani. Da quello che vorremo cambiare e da quell’altro che ci ha portato fino a qui. Siamo diverse, ma le somiglianze sono tante. Soprattuto nella cassa dei sogni. Sono convinta che vinceremo la sfida; quella che abbiamo con noi stesse. I sogni non si dimenticano, si realizzano.
La saluto con un “a presto” e un abbraccio infinito.
Mi addormento pensando che nella vita ci sono dei momenti veramente eccezionali.
Lunes 04.09.2017. Rema, rema, rema.
Empiezo a creer que ese es el mantra que rige en esta parte de la isla -o su figura retórica por excelencia-. Acostumbrada a la ironía -la de la vida también-, me cuesta seguir las repeticiones, sobre todo, cuando se trata de órdenes. Paradojas del destino. Quizás sí, pero cada uno labra el suyo -con alteración o incluso con moraleja-.
Así que hoy sigo el plan trazado del mismo y me embarco en la aventura de atravesar el océano que separa Fuerteventura de Isla de Lobos, por su tramo de mayor longitud (12Km en total). ¡Si puedo con esto, puedo con todo! -digo para mis adentros, a modo de reto o cruzada espiritual-.
El mundo está politizado y mi Kayak me demuestra ser de izquierdas porque por mucho que reme, simétricamente, no dejar de virar hacia babor. Intento no forzar tanto los brazos y empiezo a girar la espalda para ganar velocidad, con menos esfuerzo.
Los primeros 6Km de ruta nos transportan a un recóndito islote en el que creo que Adán y Eva crecieron -ya sabemos que las historias de la Biblia no son fidedignas y del Génesis a hoy pueden haberse perdido matices importantes-. Todo esfuerzo tiene su recompensa, así que, tras llegar con las extremidades superiores al límite del esfuerzo humano, me enfundo el traje de neopreno, las gafas y las aletas y me muevo entre las corrientes para compensar los daños del tronco superior con los de las extremidades inferiores -no vaya a ser que acabe fibrada de cintura para arriba y fofa de cintura para abajo- y ya de paso, observar la vida “bajo el mar”.
Reponemos fuerzas con un tentempié de pan con queso -majorero; el isleño-, y plátano canario y comenzamos el ritual de nuevo. Arrastro el kayak hasta la orilla, me embuto en el chaleco salvavidas y paso el cubre sobre mis piernas.
Jorge -el guía- nos indica que vamos a tener que acelerar en el camino de retorno -en vez de «rema, rema, rema», ahora será un «REMA, REMA, REMA, REMAAA»- porque el viento está cambiando y si se gira -el viento, digo-, nos va a costar dios y ayuda llegar hasta la otra orilla.
Demasiado tarde, las olas azotan los kayaks y el movimiento me recuerda a la bajada del Shambhala. Oigo gritos de pánico. Una de las chicas que va junto a su pareja en uno de los kayaks dobles se ha bloqueado, muerta de miedo ante los vaivenes del mar. Nos cerramos en círculo y la rodeamos. Consigue calmarse, aunque por poco tiempo. El viaje de vuelta es duro. Viento en contra y a contracorriente -bueno, esto último, como siempre-.
A unos 400m de la orilla noto un dolor extraño en el bíceps izquierdo. No sé si es que me ha nacido músculo o si se han distendido para siempre los tendones que lo envuelven. Noto como alguien sujeta la cola de la embarcación y me pone un par de onzas para evitar que vire constantemente hacia la izquierda -a buenas horas, mangas verdes-.
Llego a tierra firme y no soy la última -y no ser la última significa que llego la tercera, nada mal-. Llegar llego, sí, pero con las manos y el brazo izquierdo reventados. Veo surgir dos nuevas ampollas entre sendos dedos pulgares e índices. Hacen juego con el resto de hematomas y rascadas de mi cuerpo -pienso-. Cuando vuelva a Barcelona, quizás nadie se crea que he ido de retiro a la playa.
*****
Inizia quella che sarà la nostra ultima serata all’isola e ce la vogliamo godere: pizza, birra e gelatto -cioccolato blanco / nero, yogurt e ammentole-. Troppo clasici. Ma mi piace da morire -senza offendere, ma la semplicità dell’appuntamento mi fa capire che è uno dei più belli che abbia avuto mai-. Passeggiamo fino al porto e ci sdraiamo nella sabbia della spiaggeta di fronte al Tequila, solo per guardare le stelle e la luna quasi piena.
Leave a Reply