No busques que alguien ponga el mundo en tus manos. Coge los cubiertos y sal a comértelo. #piccoliattimi
Comer con cubiertos es signo de educación -o de civismo post-paleolítico-, aunque no todo el mundo es conocedor de lo que dicta el protocolo. Gambas, gambones, langostinos y otros decápodos pueden ser pelados con las manos. Queda un tanto pedante pinchar la cabeza con un tenedor con el objetivo de sorber sesos o vísceras testeras -según se mire-. ¡Que finos y tiquismiquis nos volvemos! Primamos la forma frente al fondo, cuando lo que realmente cuenta es la esencia y la pasión y no los adornos ni la decoración con que nos envolvemos.
Dejamos la Navidad atrás hace ya unas semanas, y por mucho blue monday o viernes 13, no hay excusas para mantenernos escondidos entre papel de regalo y rutinas que enganchan más que el celofán. No hace falta ser innovadores, basta con dinamizar costumbres y dilapidar diversificar sueños. No se trata de hacer ni de cumplir siquiera los tan anhelados propósitos de año nuevo, es algo más próximo a la autenticidad y al respeto a uno mismo. El argumento de esta historia se acerca más a la fidelidad de las creencias propias, a permanecer en la escala de valores interna y, sin intención de ofender o de dañar, a hacer lo que a cada cual le de la real gana con tal de perpetuar los momentos de felicidad, aquí y ahora; porque el pasado no existe y el futuro aún no ha sucedido.
Salir a por todas sin rasgarse las vestiduras es como beber un gin tonic con caña o tomar una sopa a sorbitos, mientras le soplas a una cuchara. Este mundo está hecho para salir a comérselo… ¡a bocados! Si tienes que rasgar algo, que sea el corazón de alguien que te enamore – cada día un poco más-. Para las celebraciones, primero las cañas y después los gins, sin alteraciones, que para mantener las burbujitas gaseosas primero hay que llegar al punto de ebullición y, casi nunca merece la pena estallar. En caso de que sea inevitable, intenta no resoplar, que al final sólo se enfría la sopa, y de eso a Moscú hay solo algún que otro acorde de distancia.
Así que considerando que, según los expertos -eso dicen, yo todavía no se a quienes se refieren-, hoy es el día más triste del año, de mañana en adelante solo se puede ganar en dicha, que no en suerte -nacimos aprendidos en eso de que la buena suerte la siembra uno mismo-. Así que nada de cuchillo en mano; no hace falta salir a las trincheras armados hasta los dientes; el mundo no es un pedazo de carne dura, aunque a veces se haga bola -y ni os cuento lo que rueda y la de vueltas que da, tantas, que a veces se transforma en peonza-.
Y entre giros y vueltas, será mejor no andarse con rodeos. Hoy no tocan ni cubiertos ni palillos, cuando te empiece a picar el gusanillo, sólo sal y ¡cómete el mundo!
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