Unos tan de X y otros tan de Y. Los unos tan dependientes que hasta tienen que ir acompañados para definirse. Los otros tan independientes y con las ideas tan poco claras…será la altura del eje. Yo soy más de Y, no quiero que nadie tenga que despejarme de su ecuación y tampoco quiero ser una variable dependiente de nada ni nadie. Pero, ciertamente, alguien tiene que ser X para que la incógnita pueda ser resuelta. Pero si tú eres X y yo soy Y, ¿quién es Z? – dianetta
Distanciarse no es lo mismo que alejarse, pero solemos utilizar indistintamente uno u otro término para referirnos a la distancia interpuesta, voluntaria o involuntariamente, entre dos personas. Pocas son las ocasiones en las que esos puntos de alejamiento son equidistantes entre sí y además, no siempre se miden en la misma escala métrica. A esos inconvenientes debemos incluir el de la posición en los ejes de coordenadas, porque dependiendo de donde estemos situados, longitud y latitud pueden verse invertidas, al igual que los polos(1) de referencia. Aunque éstos siempre serán opuestos y nosotros siempre estaremos en algún punto intermedio entre ambos. ¡Aferrémonos entonces a este axioma y dejemos la orientación para las brújulas! No somos objetos perdidos, solo enseres alejados de los que un día tuvimos cerca.
Hay ecuaciones difíciles de resolver y otras, aunque sencillas, incluyen incógnitas que no quieren ser despejadas. Se adhieren a las variables dependientes sin entender que la solución solo depende de ellas mismas. No confían en su independencia ni son consecuentes con sus acciones y, esa falta de coherencia, solo puede llevar a una indeterminación.
Como siempre, complicamos los enunciados porque los problemas siempre pueden ser resueltos, aunque a priori nos parezcan rompecabezas a los que les falta alguna pieza. No se trata de falta de soluciones, si no de la interpretación dada para poder afrontar el dilema. Si no entendemos el qué, nunca podremos ser capaces de hallar el cómo. Si no conocemos el por qué, será imposible que nos comprometamos con el cuándo. Y si encima hemos de tener en cuenta a quién, la ecuación se transforma en derivada; todo depende de alguien, pero alguien solo depende de unos pocos.
A veces, aunque nos pese, las cosas no son de dos, son solo de uno. Todo es cuestión de reflexión. Pero tanto para alejarse como para distanciarse, con uno basta, no hace falta que los dos se ahuyenten mutuamente hasta ver cuan lejos llegan el uno del otro. Últimamente están de moda ciertos maratones de tomar distancia, que a veces, hacen falta y otras, simplemente suceden porque uno quiere. En cambio, cuando son dos los que quieren creo que es algo más parecido a estar en tiempo y lugar, pero viajar en trenes que van en dirección opuesta. Una putada, sí, pero nadie dijo que la vida fuera justa y mucho menos, fácil.
Pero pese a todo, ¡que no cunda el pánico! Todo es cuestión de algoritmos, si no fijaos en los semáforos. Vivimos rodeados de ellos, pero nadie nace aprendido. Hay que practicarlos para saber interpretar correctamente las notaciones y los distintos movimientos. Al final, toda realidad tiene más de una cara, y entre esquinas y aristas es difícil hallar el centro. Pero todos los tenemos, sólo es cuestión de no perder el equilibrio.
Ejes que no ven, equilibrio que se pierde.
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