«Algunos infinitos son más grandes que otros infinitos» – John Green
«Las estrellas no se miden por su brillo, ni los diamantes por sus quilates. Todo es cuestión de talla, de dar la talla» – #piccoliattimi
Brillar es un verbo sobrevalorado, porque ya se sabe que no es oro todo lo que reluce, y hasta las estrellas más refulgentes de este cielo de verano pueden haberse apagado hace cientos de años.
Perspectiva y tiempo, mucho de lo que vivimos se reduce solo a eso. Con el tiempo se consigue tener perspectiva y la perspectiva solo te la da el tiempo. Bueno, el tiempo y alguna que otra ostia de la vida; que sí, que mejor pronto que tarde. ¿Lo ves? Cuestión de tiempo.
Y entre esas turbulencias y ondas electromagnéticas, entre tiempo y perspectiva, siempre hay brillos que perduran en espacio, tiempo y cualquier ángulo del prisma. Algunos sobrevalorados y otros de un valor incalculable. No, no hablo de piedras preciosas exactamente, pero como describió Albert Espinosa, existen perlas en nuestras vidas, algunas de las cuales, una o dos, pueden ser diamantes capaces de parar nuestro mundo y estas personas son premiadas por el universo. (punto). No hace falta añadir más edulcorantes, son capaces de pararlo y no hace falta añadir nada más.
Hay seres que tienen un brillo distinto, con menos quilates pero con más talla, con una entereza que nos anonada, con un espíritu de vida contagioso, con una sonrisa que barre cualquier lágrima o con una mirada que derrite hasta el glaciar más espeso.
No hay un algoritmo que permita diferenciarlos del resto de piedras, pero no hace falta tenerlo, porque son como la estrella de Oriente, se quedan inmóviles en tu firmamento el tiempo justo para que puedas seguirlos. Pero como todo en la vida, su presencia puede ser efímera.
Piensa quienes son para ti esos seres fugaces que, estén o no ahora en tu pequeño universo, han dejado una estela única e irremplazable. Esos seres que llevas contigo, allá donde vayas, porque son tus amuletos, tus talismanes, y de vez en cuando, te sigues dirigiendo a ellos cuando te enfrentas a nuevos retos. Porque te gustaría que estuvieran a tu lado y te dieran esa palmadita en la espalda o te dirigieran esa sonrisa llena de orgullo. O simplemente, dejaran escapar esas palabras exactas, o esa mirada que lo dice todo.
Así que abre bien los ojos, porque ese tipo de estrellas llueven sólo un par de veces y diferenciarlas en tu universo puede ser complicado. Sobre todo si te confundes de estrella, y en vez de FUGAZ te lanzas a perseguir una FUGADA.
Que más que estrellas son cometas, es decir, “cuerpos celestes constituidos por hielo, polvo y rocas que orbitan alrededor del sol siguiendo diferentes trayectorias elípticas, parabólicas o hiperbólicas”, lo que viene a ser, bajo mi punto de vista, rocas de hielo que se dirigen a gran velocidad hacia ti y de las que, si no te apartas a tiempo, te harán explosionar en mil pedacitos. Pero bueno, mejor fuera que dentro. No me gusta decirlo, pero “ya te lo dije”, mejor explosionar que implosionar, aunque no está de más, en este caso, guardarse un cartucho por lo que pueda pasar.
¿Qué porque fugado? Fácil, son esos seres de los que no eres capaz de calcular exactamente su trayectoria. Parecía que…pero no, de repente son como las nubes de las tormentas de verano, que se disipan y nunca sabes, a ciencia cierta, donde coño se han metido. Y ponte tú a buscarlas, que como el ciclo del agua es corto… vete tú a saber, si se han evaporado o se los ha zampado un tiburón cuando han tocado fondo. Sí, porque tarde o temprano tocan fondo, como todos. Y también se apagan. Porque fugados o no, también son fugaces y toda supernova acaba siendo enana roja o blanca.
Pero fugaces o fugados, que bonitos son esos brillos parpadeantes de nuestro manto estrellado…
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