Si sigues corriendo, nunca me verás. Si sigues huyendo, nunca te encontrarás. Desacelera, y quizás entonces, nos crucemos. – #piccoliattimi
Vivimos deprisa, acelerados por la toma de lo que creemos que son decisiones propias. Confiamos en ser capaces de engañar al tiempo, pero el avance del mismo es ineludible para todos. Hay quienes saben dejarlo perder mejor que otros, sólo eso.
Somos una caterva de almas perdidas, que para no saber exactamente a donde van, avanzan demasiado rápido. Sin altos en el camino, ni descansos cada 2 horas. Nos olvidamos de engrasar bien el motor y de cuidar el embalaje, pero es que tenemos prisa por llegar a ninguna parte.
Tanteamos el terreno, ciegos de mente y enfermos de corazón. Andamos, sí, pero nunca pisamos fuerte. Dejamos de apostar por vivir cuando descubrimos que en la ruleta rusa se encasquillaba siempre la bala, cuando observamos que el tablero no se agujereaba al lanzar cuchillos, o cuando el «abracadabra» se transformó en «avada kedavra«. Fue entonces cuando dejamos olvidada la magia, cuando la ilusión se difuminó y aprendimos a vivir una realidad que no nos correspondía, pero que nos ganamos a pulso por querer ser precavidos en vez de ser valientes.
Y así va a ser difícil que nos encontremos. Formamos parte del enunciado de la primera clase de física, y no hablo de la sensación, si no de la materia. Somos los dos trenes que viajan en dirección opuesta, uno al encuentro del otro. Lo que no sabemos es cual es esa X, lugar y momento, en el que nos cruzaremos. Pero si vamos demasiado rápido, será imposible frenar a tiempo. Y si vamos demasiado lentos, ya no merecerá la pena que despejemos esa incógnita, porque algunas veces los trenes llegan demasiado tarde y con demasiada carga en sus vagones. O mejor dicho, con pocos asientos para poder llevarla toda desde el origen hasta su destino.
¿Por qué no compartimos vías? ¿Por qué no chocar en algún punto del camino? ¿Por qué no anulamos la velocidad negativa de los 2 trenes y nos hacemos añicos? ¿Por qué no nos levantamos y nos reinventamos de nuevo? ¿Por qué no desaprendemos y volvemos a dibujar el camino?
El problema es que a lo mejor no eres el tren que viene en dirección opuesta ni yo el que va a tu encuentro. Para verme no hará falta que estires demasiado el cuello, pero al menos prueba a levantar la cabeza y mantener los ojos abiertos. Yo te prometo que estaré atenta, que interpretaré mejor las señales y no pararé 2 minutos en doble fila, aprenderé a aparcar cuando haya podido despejar la X descrita en el enunciado del problema. Sería más fácil si alguno de los dos aprendiera a estarse quieto, pero al menos así, aumentaremos las probabilidades de cruzarnos más allá de las vías.
Y si no llegamos a encontrarnos, espero que cuando lleguemos a la última estación del camino, lo hagamos faltos de aliento…
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